viernes, 20 de noviembre de 2009

Los muebles de mi casa- La silla

La historia es muy sencilla y aún asi nunca dejo de sorprenderme. Mamá solía contarmela cuando yo era chiquita, después un poquito más grande yo, la escuchaba de mi hermana Valeria y si Vale estaba ocupada con el novio, por ahí con suerte la prima Silvy, casi de la misma edad que Vale, me la contaba.
Eran como las tres de la madrugada (asi empezaba la historia no importaba quien la contara). Ya estaban todos en las camas durmiendo, salvo Jorge (hermano de mi mama)que estaba leyendo un novela de esas que le gustaban leer, tus abuelos dormian profundamente y yo (mamá otra vez)estaba desvelada por culpa de una pelicula de terror que había visto esa misma noche. No se escuchaba otro ruido que el de las vueltas de paginas que daba a cada rato mi hermano y de repente, ¡La silla se movio! Mi cuarto (el cuarto de la tía Ana, decía mi prima, si la que contaba la historia era ella) Tenía la puerta abierta y el ruido fue tan fuerte y extraño a la vez, que me hizo pegar un salto de la cama y tu tio (me decia) asustado también, gritó ¡La silla se movio sola! y mamá (decía Valería cuando me lo contaba ella) sabía que la silla se había movido sola, aunque no la hubiese visto en ese mismo momento en que se movía, porque el tio estaba en el sillón y no lo había oido levantarse, pero si habia oido esas cuatro patas arrastrarse y calculando luego con el tio, mamá y el llegaron a la conclusión de que se habría movido unos diez centimetros. ¿Un temblor? ¿Estaba mal apoyada? No, no. Pensaron en todas las posibilidades, hasta pensaron en la posibilidad de haber imaginado simultaneamente el ruido que la silla hizo y luego todo lo demás, pero no. La silla se movio sola. Algunos dicen que la energía negativa que puede quedar en un hogar despues de una pelea puede hacer que las cosas luego debido a esta misma energia se muevan. (esa tarde mámá y y el tío se habían peleado por unas tonterias) Por eso el tio jorge y mama experimentaron peleando algunos dias, pero la silla no volvio a moverse, salvo alguna que otra vez pero no tantos centimetros como aquella noche. Yo insisti en llevarla a mi habitación con el pretexto de apoyarle algunas cosas, pero mi mamá prefiere que se quede en living y todas las noches dejamos las puertas de las habitaciones abiertas y damos un par de vueltas en las camas antes de dormirnos. Yo creo que al momento en que la última de nosotras cierra los ojos, la silla pasea por la casa, va hasta el jardín, quizas mira un rato la luna y vuelve mas tarde a su lugar para disimular, lo creo asi, porque a veces la encontramos afuera y otras veces en diferentes lugares de la casa como si el tiempo no le hubiese alcanzado obligandola a quedarse en mitad del camino, una vez la vecina vino a decirnos que nuestra silla estaba en su patio y lo tenía asustado el pichi, su perro.

Desde Lesbos

Los lunes con lluvia son terribles para mi, sumado al tedio de empezar una semana más se le agrega ese componente nostálgico que solo puede producir la lluvia. Las lluvias no se repiten y no puedo dejar de preguntarme donde es que cayó la primera gota. El teléfono hoy no sonó y aunque no esperaba ningún llamado, la ausencia del mismo me arrastra a la soledad del salón. El viento frío encontró el modo de entrar y la estufita central no ha podido hacerle frente. Hace poco más de una semana le deje un mensaje en el contestador y aunque me mienta y me diga con falsa seguridad que no me importa si llama o no llama, lo cierto es que hoy el teléfono no sonó. Martina viene a visitarme a las cinco, ya son las cuatro y tengo preparados sobre la mesa los bizcochitos y el mate, la pava esta sobre la hornalla, faltando minutos voy a encender el fuego.
Martina es una buena amiga, no hace otra cosa que buscar reconfortarme. No quisiera decirle que muchos de sus intentos fallan antes de que pueda efectuarlos, así que solo me sonrío y ella redoblando sus esfuerzos, me devuelve una sonrisa más grande. La buena de Martina siempre ha estado sola, no entiendo el porque; es tan bonita, con su pelo perfectamente lacio y sus ojos color miel, tan redondos y sinceros. Su cinturita parece dibujada y sus manos delicadas me recuerdan siempre a un cuadro de Velásquez. Tiene buen carácter y una dulce voz. Me gustan sus visitas. Ahí la veo cruzar por la esquina y la pava ya esta calentando y el cuerpo me tiembla un poco, este síntoma es una novedad. Me trajo de obsequió un hermoso pañuelo bordado para secarme las lágrimas dijo y me hizo reír. Desde su llegada me siento mejor y han dejado de importarme la lluvia y él. Hoy se ha puesto una camisa blanca entallada y los pantalones pinzados le sientan bien, siempre tan elegante; a veces quisiera ser ella, aunque me diga que a veces ella quisiera ser yo.
Hemos charlado como dos cotorras dije alegremente y mirando el reloj de reojo descubrí que la noche esperaba afuera su turno para entrar. Martina tenía que irse -¿Tenés que irte Martina?- hubiese querido preguntar. Se recogió el pelo con una hebilla y la humedad provoco que algunos de sus mechones formaran ondas y no pude más que decir- Que hermosa estas- Que hermosa esta Martina, quisiera ser como ella o ser en ella. Me sonroje y me adivino quizás el pensamiento, siempre sospeche que era una habilidad que poseía. Me voy a quedar a dormir, dijo. Cerré las cortinas, levante la mesa y el maldito teléfono sonó, me paralicé. - Martina ¿Podrías atender?- Se acercó hasta el, levantando el tubo suavemente y bajándolo del mismo modo, me arrojo a la cara una mirada cómplice, nos sentimos aliviadas.
Martina tiene la piel blanca como crema chantilly y su boca bien pudiera ser la frutilla. Es suave como la seda, será por eso que su cuerpo se confunde entre las sábanas y tengo que revolver la cama para encontrarla.