Tenemos a Jesus muriendo en la cruz, resucitando y elevandose a los cielos. En el plano terrenal quedan sus discipulos quienes deben llevar noticias de la Fe a los Judíos. ¿A los Judíos solamente? A todo aquel que quiera creer.
Como harán los apostoles para esparcir la Fe. ¿A quienes sí? ¿A quienes no? ¿Un eúnuco puede ser bautizado? ¿Un asesino implacable, que se arrepiente, también?
Roma esta siendo consumida por la miseria y el hambre. El Imperio calmara a la plebe con pan y circo. ¿Y el alma? ¿Como calmara el Imperio el alma de su gente?
Una nueva religión esta naciendo con fuerza. Promete perdón para los mas terribles pecadores. Promete paz para el espiritú, vida después de la muerte. Salvación para aquellos que abracen la Fé. ¿Quién no quisiera tener el alma tranquila?
"...Comenzaré con los acontecimientos inmediatamente posteriores a la muerte de su supuesto fundador, y concluiré con el terrible período de la erupción del Vesubio, la cual, destruyendo dos hermosas ciudades, nos trajo a la memoria que, por mucho que nos ahíje el Imperio-o la propia madre Iglesia-, tenemos una madre más vieja y más voluble que alimenta sin amor a sus hijos, y sin saña los empuja a la muerte. No parece que se pueda resucitar de entre las cenizas de Pompeya. Cuando muere el cuerpo también muere el alma humana. Se derrumban los templos, y con ellos las tablas y los pergaminos de los diversos credos religiosos, haciendo ver la impotencia de los dioses. Sin embargo, no queda a los hombres otro remedio que el de vivir contra viento y marea, fijando sus propias reglas. Nada quiere saber Naturaleza de semejantes reglas, ni tampoco las admiten, de entrada, bastante endeble, pero sirve para que la pluma, superado el exordio, siga adelante. El lector a quien ya se le este abriendo la boca de aburrimiento ante el aparente tono moralizador muy pronto obtendrá su porción de maldad. La maldad nunca se hace esperar.
En lo tocante a la resurrección de Jesús, crea cada cual lo que llegue a creer. Yo, por mi parte, ningún milagro he de aceptar mientras me quede razón al alcance de la mano, y no tengo prueba de que Jesús muriera en la cruz. Era, según dicen todos, hombre de inmensa estatura e inmensa fuerza, con unos pulmones enormes, cuyo poderío había acrecentado la práctica de cierto tipo de oratoria. No cabe duda de que lo clavaron a una cruz por las muñecas y los pies, dejándole el cuerpo como un pez fuera del agua boqueando por aire; pero cuando le sobrevino la postración aún le faltaba bastante para morir, porque aquellos vastos pulmones, controlando los musculos del poderoso diafragma, todavía llevaban aire sufieciente para mantenerlo con vida. No le rompieron las piernas como sabemos, y la lanza que le perforó el costado no parece a alcanzar ningún órgano interno. En toda su integridad corporal lo descolgaron del árbol, con la vitalidad plena en estado latente, pero presta a recobrarse tras un sueño reparador. Para semejante coloso no constituía proeza física al apartar la piedra que hacía las veces, de puerta de su sepulcro, y volverla a poner en su sitio era algo muy propio de su manera de ser. Hablar de resurrección, como hicieron todos sus seguidores, nofue un intento de fomentar la falsedad: las tumbas son para los muertos, y, cuando un hombre aparentemente muerto es depositado en una tumba, el hecho de que salga de ella con vida puede calificarse de resurrección. se dada satifactorio cumplimiento a una profecía: El hijo del hombre, o de Dios, había reconstruido su templo tras pasar tres días en la tumba. Pero si muerte es que cese la respiración y el corazón se pare con la consiguiente pudrición de la carne, entonces nadie se ha levantado de entre los muertos, ni siquiera Lázaro. Lázaro dormía un sueño de excepcional duración y profundidad y devolverle el movimiento fue, en cierto modo, un hecho taumatúrgico; Pero levantar el sello de la muerte si fuera posible, no dejaría de constityuir blasfemia contra el Creador-Destructor que tan inexorablemente lo estampó."